¿En qué momento nos llenamos
de preceptos?
¿Desde cuándo nos avergüenzan
los buenos sentimientos?
- Me preguntaba dentro de mí,
ante la ridícula distancia que procura el decoro.
Lejos de las circunstancias,
el universo ha tenido a la casualidad de cómplice,
y ha conjurado por este momento
para probar lo que sentimos.
No te confundas:
no tiemblan de duda nuestras manos.
Es sólo la emoción.
Ellas se mueven al paso
de la sutil y torpe cautela
que improvisamos
para no echarlo a perder.
A salud de la ocasión,
tan sólo te propongo que:
"sin importar lo que fuese,
lo dejemos ser".
Y si fuera preciso,
al final,
tan sólo al final,
dime si estuvo mal.
(Dibujo de Mariana Ponce)